miércoles, 17 de febrero de 2010

Y seguimos con cuestiones léxicas

Es curioso cómo relacionamos las palabras que vemos con nuestro imaginario colectivo.

En Grecia, la primera vez que subí en el metro tuve que pasar por una estación de metro, que más tarde recorrería cada día un par de veces, cuyo nombre me hacía pensar un maño ofreciéndome unos Karamelicos con una amplia sonrisa y la mano extendida. El caso es que la estación se llama: “Kerameikos”.



Qué os voy a contar de “Moschato” que me generaba en la cabeza una clara imagen de un hombre con un mostacho enorme de esos que elevan sin ningún complejo hacia las cuencas de los ojos, pero manteniéndose rígidos a una prudencial distancia. Aunque en este caso el Moscato, delicioso vino dulce, también hacía acto de presencia en mi cabeza. Esto era en función del momento del día en que pasara por la estación en cuestión.

Y en Turquía me bajaba muchas veces en “Eminönu” que cuando lo decía me entraban ganas de sonreír y mover la cabeza de un lado a otro (como hacen los indios y nepalís a modo de saludo y otras cien cosas más). Es decir, oreja con hombro y lo mismo del otro lado y además de manera consecutiva y bastante rápida. Y claro con cierta gracia y sonriendo al mismo tiempo -bueno, esto en función de la intención del hablante-. Probadlo y veréis cómo parece que el cerebro se os mueve dentro y mientras experimentáis esta sensación y el mareo consecuente, sonreíd. O bien decidid qué es lo que queréis transmitir e intentad que se entienda. Os juro que es muy interesante.

Pero bueno, volviendo al tema, que a mí se me llenaba la boca con la palabra en cuestión: eminounui porque la u es parecida a la francesa. Y me hacía mucha gracia.

Ahora me bajo casi siempre del tren en Tel Aviv Arlozorov (pronunciado aglosogov) que, si lo buscáis, no es una parada de tren si no como se conoce de manera casual a la tercera parada dentro de Tel Aviv. Bien, malentendidos aparte, a mí a lo que me recuerda es al Strogonov, plato con el que nos deleitó mi amiga brasileña Vanessa en una fiestecilla sambera que hicimos en casa y que además, no es un plato brasileño sino ruso. Curioso, eh?

Qué cosas, oye tú. Será que en España no tenemos nombres curiosos para las paradas de metro. Véase “Pitis”, que no quiero aludir con demasiada claridad a la cantidad de imágenes que me vienen a la cabeza. O “Selva de Mar” que junto con “Mar de Cristal” luchan por posicionarse entre los más poéticos o... bueno, los más algo, seguro.

Así que nada, ahí os dejo, si descubrís alguno más curioso, please, el blog es todo vuestro!

De nuevo mi nombre y otros asuntos relacionados

Este verano os contaba cómo lo que yo pensaba que era un nombre bastante internacional se iba transformando y pasaba de Lauli, Nauli, Li... a Lauda (cock in Hindi) y otros varios. Bien pues que sepáis que en ciertos círculos por aquí (Israel) soy conocida de nuevo como Lauda: en dos tiendas donde he tenido que dejar mi nombre. En una de ellas con una clara alusión a su significado en hindi... mmm Lauda, no quieras saber lo que significa en hindi...


Yo: lo sé, lo sé. Ya hubo bastante cachondeo por favor ahórramelo.

Y con el consiguiente intercambio de comentarios acerca de nuestros respectivos viajes a India, con la suerte de que había estado en el sur y me dio algunos nombres de sitios interesantes a visitar.

Y en otros círculos Lo ra, que en hebreo significa “no mal”. Que bueno, tampoco es que sea, “sí bien” pero es mejor que lo que entienden mi amigos los indios y nepalís.

¿Qué más deparará mi nombre?

Por cierto no quiero pensar si estas son mis aventurillas con mi nombre, cuáles serán las de Dídac con el suyo... Please Dídac, manifiéstate cuando salgas fuera de las manos del libre y expresivo gobierno chino!!

viernes, 12 de febrero de 2010

Hamam

Mi última tarde en Istanbul viví una de las experiencias más sensuales de mi vida: me bañé en un Hamam turco.


Cuando vemos los dibujos de cómo eran esos baños hace siglos, nos resulta casi imposible pensar que todavía existen con sus estructuras originales y que lo mismo que se hacía entonces se puede hacer ahora. Y en el mismo lugar.

El Hamam está en una zona bastante y cercana a la zona turística pero algo alejado de la zona más turística. Por esta razón me sorprendió ver que la carta de servicios estaba en inglés y en español -claro indicio de que los españoles debemos visitarlo con intensa frecuencia-.

Un poco perdida entré, pagué los servicios que quería recibir en el baño (a eso siempre te ayudan) y me adentré en la zona de mujeres: un espacio más bien circular repleto de sofás orientados al centro, de modo que podías ver a todas las mujeres allí sentadas y ellas a ti. La habitación estaba llena de mujeres descansando con un té u otra bebida en las manos. Eran la representación de lo que me imaginaba que encontraría en una hamam del siglo XVI, en el siglo XVI. Por lo que sentirme parte de ello en la actualidad ya resultaba muy interesante y excitante.

Ya en la entrada se respiraba ese tipo de descanso que transmite cierta indulgencia y despreocupación. Ropa medio abierta, medio cerrada; recogidos a punto de deshacerse, pies descalzos sobre los sofás...

Y en el medio, una fuente.

Allí recogí una toalla y subí a la parte de arriba a cambiarme. Al bajar de nuevo otra mujer me condujo a la zona de baños, al hamam propiamente dicho. Y lo que vi me maravilló.

Entre el vapor del agua caliente vi a varias mujeres desnudas tumbadas sobre la plataforma de mármol que domina el centro del hamam. A su lado, otras mujeres trabajaban sobre los cuerpos de algunas, primero repasando la espalda, el pecho, las piernas, los brazos... con una manopla rugosa; y luego repasándolo de nuevo con una pequeña toalla húmeda y empapada en jabón que se hinchaba como un globo y dejaba caer una abundante capa de espuma. Primero boca arriba y luego boca abajo.

Mientras, yo ya me había unido a ellas y descansaba sobre la plataforma esperando mi turno. Observándolas y disfrutando del cielo estrellado de la cúpula de mármol blanco del hamam.

Y me tocó a mí. Se me acercó una mujer medio desnuda que me indicó cómo debía colocarme sobre la plataforma para así facilitarle su trabajo. Una vez empezó ya sólo me dejé llevar.

Una de las sensaciones que más recuerdo es sentir la espuma cayendo sobre mí. Era como atravesar una nube caliente y que se fuera deshaciendo a medida que entraba en contacto con tu cuerpo con una cadencia deliciosa.

Cuando terminó de frotarme me dirigió con un ligero empujón hacia el surtidor del agua, también de mármol, y con un recipiente que llenaba continuamente de agua caliente me limpió completamente mientras yo permanecía sentada.

Para acabar, las dos piscinas del jacuzzi estaban esperándome en otra estancia cuyo techo abovedado era de piedra vista. Una maravilla.

Allí dejé pasar el tiempo hasta que decidí salir. Me di una última ducha, cambié la toalla por una seca y me uní al resto de mujeres en los sofás de la sala de madera del principio, con un té caliente en las manos.

Qué maravilla disfrutar de un espacio de tanta tranquilidad rodeada de otras mujeres. Es como si los secretos de la femineidad estuvieran allí ocultos y pujaran por ser descubiertos en las reuniones en el hamam.

Kartepe: una excursión y algo más

La experiencia de llegar a una ciudad nueva en la que nunca has estado y saber que alguien te va a acoger es realmente especial. Nunca has visto a esa persona ni ella a ti, sólo habéis hablado por email pero ya sabes con certeza que va a ser un encuentro interesante y positivo, como mínimo. Y que quizás cuando acabe tu estancia allí tienes un nuevo amigo con el que contar en esa ciudad. Esto es lo que significa couch surfing. Y tal y como yo lo he vivido hasta ahora, así es.


El McDonals de la plaza Taksim era nuestro punto de encuentro. Allí dentro -por el frío- esperé a Zeinep que vino a buscarme para llevarme a su casa. La conexión fue muy rápida y en nada estábamos hablando de temas de lo más dispares y desde ese momento hasta que cogí el sea bus y el autobús al aeropuerto, todo lo que sucedió fue interesante, intenso y especial.

Zeinep y yo y otro chico cuyo nombre nunca aprenderé
La semana transcurrió entre visitas turísticas, paseos por las calles de Istabul y encuentros con turc@s encantador@s que, dependiendo de su disponibilidad horaria, se prestaban a enseñarme la ciudad, tomarse un té o café conmigo o acudir a un encuentro CS con unas cervezas en la mochila.

Entre todo esto unos días antes de llegar a Istanbul, Fatosh (mi segunda CS en la ciudad) me avisó de que había una excursión de un día a Kartepe pero que tenía que apuntarme rápido si quería ir porque las plazas eran limitadas. Como os podéis imaginar, desde que leí el mail hasta que me apunté pasaron cerca de 15 segundos, lo que tardé en hacer una lectura en diagonal de la convocatoria. Tan en diagonal fue esa lectura que sólo me quedé con las siguientes palabras: excursión, montaña, barbacoa, 2h de Istanbul. Bien, con tan breve información me hice una idea de lo que podía ser aquello: un grupo de gente interesante que habla inglés (importante en Turquía porque del turco no he aprendido ni a decir gracias, una palabra larga como no os imagináis y que a mí me hacía pensar en un cura porque acababa con algo como “secular”) y a quienes les gusta la montaña, tienen trabajos como las personas normales (ejem), viven en una ciudad como Istanbul, les gusta viajar, han vivido experiencias diferentes a las mías... vamos, que me daba igual dónde íbamos o si íbamos a montar en burra o a saltar en paracaídas.

Así que tres días después descubrí que en la montaña en cuestión había nieve, mucha nieve. Tanta que la gente acostumbraba a usar esquís o tablas de snowboard para deslizarse por sus laderas... vamos, que íbamos a esquiar. Gran sorpresa la mía que, claro, entre las palabras destacadas no estaba esquiar y hacía cerca de 12 años que no me ponía unos esquís.


Tanta como esta...

Aquí Ahmet esquiando o haciendo como que

Pero como en todo en la vida “todo es ponerse”.

Tras alquilar el equipo completo me dije: “mira, si lo has hecho una vez lo puedes hacer dos. Y 12 años no son tantos... no?” Me puse los esquís y empecé a probar si me acordaba de cómo se hacía. Primero en una pista que me parecía súper inclinada pero que al estar en ella me di cuenta de que, o me impulsaba yo misma, o eso no se movía. Así que me aventuré más allá y cambié de pista a otra que parecía más inclinada todavía y empezaba adarme un poco de vértigo. Tengo que añadir que aquí no había marcas que indicaran si una pista era verde, azul, roja o simplemente asesina. Así que era cuestión de analizar las posibilidades reales que tenías de bajarla de acuerdo con tu forma física y conocimiento del medio y de la técnica. Yo me repetía “a ver Laura, tú has llegado a bajar por pistas rojas. Vale que hace unos cuantos años pero, joder, esto no puede ser tan complicado”. Y por otro lado la voz de mi sana conciencia (la otra era la conciencia engañosa, la que te convence de hacer cosas imposibles y que yo ya sé que tengo bastante desarrollada) “ya pero si te rompes una pierna al empezar tu viaje la has cagado”. Y entonces la otra respondía “ya pero también te puedes romper un brazo y entonces no es tan grave, no?” Y como réplica recibía “ya pero es más fácil que sea una pierna, ya sabes, los esquí son largos y las rodillas se pueden torcer de miles de formas diferentes”. Y así hasta que decidí por mí misma (la conciencia engañosa ganó) que ese no era mi día ni para matarme ni para romperme nada, que simplemente no estaba en mi destino. Y me lo creí, vaya si me lo creí. Y empecé a deslizarme, esquivando cuerpos en el suelo en posiciones extrañas, que apenas veía gracias a la estupenda ventisca que me acompañaba (of course dentro del equipo alquilado no había unas gafas) y pensando que para qué era necesario ver, si lo que tenía que hacer era sentir mi cuerpo y recordar cómo tenía que moverme para controlar los esquís.

Y tengo que decir que lo logré. No vamos a juzgar la elegancia con la que lo hice, no es necesario, no? Pero llegué al final sin haberme matado, roto una pierna o atropellado a algún incauto. Ya os lo dije: estaba en mi destino.

Y desde ese momento todo fue subir y bajar sin parar. Cada vez me apetecía bajar cuestas más empinadas, aunque he de decir que fui bastante prudente. Y mientras lo hacía pensaba: “12 años sin hacer esto!! en qué he estado pensando hasta ahora!! pero si me encanta y se me había olvidado!!! el año que viene en España me lo monto como sea para volver a esquiar (o lo que sea que estoy haciendo hoy)” Y sabéis, desde que exploré la posibilidad del barrio rojo de Amsterdam no habrá cuestión de dinero que se me resista.

Y así me pasé varias horas, que podrían haber sido días enteros, hasta que cerraron las pistas y nos fuimos a casa de uno de los CS a hacer una barbacoa en su terraza. Os recuerdo que la temperatura media era de 2 grados, pero “sarna con gusto no pica” decía mi abuela. Y a esas altura del día todos (unos 30) matábamos por comer algo.


A funny pic of the BBQ


Sin duda un día lleno de descubrimientos.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Istanbul ın some pıctures



Istanbul desde el puente Galata

Atardecer desde el puente Galata







Galata Tower


La Mezquita Azul


La Mezquıta azul desde dentro





Los dulces turcos a los que soy adıcta... too much pal body

Amazing Istanbul

Hace varios días qu estoy aquí pero me parece que no ha pasado el tiempo o que ha pasado demasiado rápido. Y la verdad es que la ciudad me ha cautivado.
Nada más bajar del tren, donde me encontré con un alemán y un italiano muy majos, decidimos tomarnos un café en un sitio de la tierra como no podía haber otro. En el bar había unos 15 hombres de edades indefinidas tomando té. El dueño, probablemente, se apresuró a abrirnos la puerta ante nuestra indecisión y nos adentramos en el pasillo a cuyos lados estaban sentados los susodichos lugareños. Muy amablemente todos ellos nos fueron indicando hacia dónde podíamos pasar a sentarnos que era básicamente a menos de un metro de donde estábamos y en la única mesa libre, pero creo que ante la estupefacción de ver a un alemán de unos 120 kilos con dos mochilas interesante tamaño y a sus dos acompañantes: el italiano mochilero y yo (no nos vamos a poner a describir ahora cómo iab yo tras dos noches en trenes varios) optaron por la educación y ceñirse al protocolo más básico: la sonrisa y la ayuda innecesaria, pero bienintencionada. Allí nos tomamos un café turco súper bueno y nos despedimos. Mi siguiente parada era la casa de Zeinep mi encantadora couchsurfer.

Tras el café y las 4 horas de retraso (con la calma) del tren, llegue tardísimo a casa de Zeinep que vive cerca de Taksim, una zona muy céntrica de Istanbul a la que se puede acceder desde el mar mediante un funicular muy práctico y rápido. Eso sí, el transporte aquí es bastante caro con respecto al sueldo medio: 1,50 lira cada viaje (es decir 0,75€) y si coges otro transporte justo después tienes que pagar la mitad del precio. La media para una personas con un trabajo de nivel medio es de unas 1000 liras (500€) de las que, entre 300 y 450 liras van a parar al alquiler de una habitación. Bueno en el fondo bastante parecido a Barcelona...

El primer día me adentré en la calle de tıendas más ımportante y desde allí observé cómo las cıudades pueden llegar a ser tan iguales y tan distintas al mismo tiempo. Estaba en algo parecido a la calle Pelayo de Barcelona, mezclado con las Ramblas. O bıen la calle Toro de Salamanca. Pero lo que mas me ımpresıono ese dıa fue el puente Galata al anochecer. C,omo el sol se enconde tras las mezquıtas y se refleja en los crıstales de los edıfıcıos de enfrente con ese naranja ıntenso y brıllante que le caracterıza. Mıentras, las mıles de gavıotas que sobrevuelan el Bosforo rondan alrededor para ver sı cae algo de comıda.
Con esto os dejo hoy e ıntentare contınuar manyana. Como veıs he cambıado de ordenador en el camıno y ahora esto escrıbıendo desde uno turco y me hago un lıo con los acentos y las ı que no son i...

Solo decıros que una semana en İstanbul es empezar a sentırla y entenderla y que es mejor sentıla en prımavera porque ahora hace un frıo que mas bıen dejas de sentır las manos, los pıes la cara...
Aun asi, la estoy dısfrutando muchiısımo :)

jueves, 4 de febrero de 2010

De camino a Estambul a punto de dejar Europa

Y qu'e ganas la verdad... mira que me apetec'ia ver Grecia pero es que me puede la impaciencia, las ganas de ver cosas algo m'as diferentes... de llevarme grandes sorpresas, poner los ojos como platos y reirme o no... dependiendo de la sorpresa.
Han sido pocos d'ias los que he estado por aqu'i, tres en Atenas y uno de Thessaloniki (hoy vamos, que he llegado a las 7am y me vulevo a ir en el tren de la noche). Pero ha sido suficiente para formarme una breve imagen de los griegos, que en algunas cosas me ha sorprendido bastante. Por ejemplo, Atenas es una ciudad muy pero que muy fashion. En general tanto griegos como griegas se arreglan un mont'on: tacones interminables -ellas of course-, maquillaje imprescindible, s'uper tinte rubio canario, mega gafas de sol... un poco a lo italiano, vamos. Y cafeter'ias de lo m'as monas. El caf'e forma parte de la rutina de los griegos. A cualquier hora del d'ia ves a gente en las cafeter'ias disfrutando de un enorme caf'e frap'e (dos cucharadas de caf;e, az'ucar, hielo, agua y mucha mucha espuma encima dentro de vasos estilo Starbucks). Eso s'i, pueden pedirte por uno desde 1 euro si te lo tomas en la calle hasta pefectamente 5 'o 6 euros sin que se les mueva una ceja bajo las s'uper gafas de Prada. As'i que merece la pena mirar bien d'onde lo tomas.
Pero para que os hag'ais una idea de lo importante que es, los bares tienen bandejas especiales para llevar el caf'e a los trabajos y ves constantemente camareros en las calles con 6 'o 7 vasos de caf'e en la bandeja.
Por otra parte, dentro de todo este fashionismo es bastante habitual ver ninyos "trabajando" como "m'usicos" en las calles, vendiendo mecheros y cosas as'i.

En las motos lo de llevar casco es m'as una cuesti'on de est'etica, porque lo llevan a modo de pulsera gigante, para nada cerca de la cabeza -lo que me parece algo inc'omodo- pero te deja espacio para hablar por el m'ovil y fumar sin ninguna cortapisa. Dependiendo de cu'ales sean las prioridades, es bastante pr'actico.

La verdad es que de car'acter son encantadores, siempre tienen un momento para pararse y explicarte lo que necesites, o -por lo menos- intentarlo, porque la verdad es que su nivel de ingl'es da m'as de mil vueltas al de Espanya, pero el tema de "una cosa despu'es de la otra" me parece que no lo tienen muy asumido.
Al llegar a Atenas, las primeras horas me invadi'o una sensaci'on de caos que no entend'ia. Lo 'unico que ten'ia claro era donde estaba la Akr'opolis, m'as que nada porque mires desde donde mires la ves. Pero intentaba buscar en el mapa que me hab'ian dado en el aeropuerto lo m'as t'ipico de visitar: las 'Agoras Antigua y Romana, el Templo de Zeus, el Arco de Adriano... y es que no hab'ia forma de encontrarlo. Entonces decid'i preguntar, a sabiendas que mi capacidad para leer mapas es bastante limitada. Y entonces la conversaci'on era algo parecido a esto:
(en ingl'es claro)
Yo: perdone, c'omo puedo llegar al 'agora romana?
El grieg@ en cuesti'on: ah s'i claro... mmm... esa calle que ves, s'i, bueno pues s'iguela.
Yo: y al acabar la calle lo encuentro?
El grue@ en cuesti'on (EGEQ): no, la verdad es que no, pero s'iguela y cuando acabe... gira.
Yo: a la derecha o a la izquierda.
EGEQ: mmmm, no te preocupes que lo encontrar'as.

Vale, mi cara era un poema de modo que, resignada, me iba confiando en que encontrar'ia a otra persona que me indicara un poco mejor c'omo llegar o que ver'ia alg'un cartel que me lo indicara.
Y la verdad es que carteles encontr'e pero normalmente s'olo era uno con una flecha que nunca ten'ia continuidad y no te llevaba a ning'un sitio. Era como si te empujaran y te dijeran "ala ninya que el mundo es para descubrirlo, no te cortes" y se fueran. Vamos, como las indicaciones de los EGEQ. As'i que conclu'i que era parte del car'acter griego, me relaj'e y camin'e, camin'e, camin'e... encontr'andome como por casualidad todo lo que no hab'ia encontrado intencionadamente. Y resulta que todo estaba mucho m'as cerca de lo que parec'ia.

Ayer por la noche cuando mi encantadora CS me llev'o al tren en coche -un encanto la verdad porque eran las 10 de la noche y a nadie le apetece salir a esas horas de casa- nos pusimos a hablar de la m'usica griega.
Me pregunt'o c'omo lo ve'ia yo y creo que vuelve a marcar de nuevo el car'acter griego. Yo la vivo como llena de puntos de luz, de pequenyas sonrisas. Da igual que sea una canci'on muy triste que siempre aparece un instrumento de cuerda que de repente salta sobre el resto de las notas para iluminar la canci'on. Y creo que quiz'as puede ser que los griegos vivan con esas pequenyas sonrisas su d'ia a d'ia. En general es dif'icil encontrar una mala cara o un gesto desagradable.

Ya para acabar y s'olo como curiosidad, hoy se empiezan a celebrar los carnavales en Grecia y la costumbre es salir a festejarlo-como no pod'ia ser de otro modo- comiendo carne y bebiendo. El tema es que la carne la hacen a la brasa en cualquier lugar de las calles de -en este caso- Saloniki; por lo que la ciudad huele a parrilla y se ve a la gente con pelucas, sombreros y algunos otros atuendos carnavalescos en las calles con una cerveza de medio litro en una mano y un pincho moruno en la otra, aromatizados por el humillo de la barbacoa. El d'onde es o de menos: una esquina, una calle, la acera... da lo mismo, con tal de estar comiendo y bebiendo.

Con esto dejo mi cr'onica sobre mi paso por Grecia. A ver si manyana puedo colgar alguna fotillo.

Besos a todos!!

martes, 2 de febrero de 2010

Y seguimos con la visita a través de la cámara

Templo de Zeus visto desde el Partenón
Esta podría ser mi foto detalle de alguna ruina hecha por alguien dentro de 2000 años... ¿no creéis?

Un merecido descanso en un café muy pequeñito situado en el barrio de Plaka, regentado por una señora que tiene la amabilidad de pedir 1,80€ por un café griego en vez de los típicos 5€... un placer conocerla.













La Academia en el Panepistimio.

Un paseo por Atenas a través de la cámara

Llegas a la Plaza Monastiraki (metro línea azul). Si vas con mochila la puedes dejar allí porque tienen armarios del estilo a los de las consignas. Si es domingo, antes de las 16.30 aprox. podrás disfrutar del ambiente de mercado. Y en seguida, miras hacia arriba y esto es lo que encuentras: la Akrópolis. En Atenas, en la zona centro siempre tienes la alternativa de mirar hacia arriba y ver que sigue ahí, mirándote y orientándote desde lo alto de la montaña. Que lo hace desde hace miles de años y parece que lo seguirá haciendo por mucho más. ¿Cuánta gente, historias e historia ha visto pasar el Partenón?
...

Subes la cuesta mirando al cielo y de repente tras cruzar una curva se te aparece a la izquierda el Ágora Romano.
Ya arriba, puedes ver una vista panorámica de Atenas. Y maravillarte de cómo la ciudad se ha creado entre los siempre presentes recuerdos de su historia. A la izquierda el Ágora anguo, en el otro lado de la montaña o desde el Partenón: el tempo de Zeus, el Arco de Adriano...  


Vista desde abajo de la Akrópolis

Teatro de Dionisios, ya dentro de la Akrópolis.Y esa cosa pequeña roja soy yo delante del Partenón. Hacía un frío y un viento que casi me muero.
Detalle del Partenón.

Pórtico de las Cariátides, Erecteión (Akrópolis)
Para acabar con la Akrópolis: un lindo gatito y de fondo Atenas.

lunes, 1 de febrero de 2010

First stop: Athens

Es curioso como hay ciertos elementos que pertenecen a tu vida diaria y que, sea donde sea que los encuentres, encuentras en ellos tu rutina.
El metro es uno de ellos. Ayer cuando llegué me subí un metro que no decía ni dónde iba ni a qué línea pertenecía ni nada de nada pero pernsé: es lo de siempre; lo peor que puede pasar es que me equivoque de dirección -hecho inaudito teniendo en cuenta que estaba en el aeropuerto y era final de línea- o que me suba en la línea equivocada y acabe en... ¿otra parte de Atenas? Vamos, nada grave, así que tal y como hago en Barcelona saqué el libro de turno, y tranquilamente me puse a leer a la espera de llegar a mi parada. Como era de esperar, llegué sin mayor problema. Me parece que hasta que no deje Europa voy a tener pocas aventuras que contar...

La única hasta ahora podría ser Oh My God (OMG, de ahora en adelante. N de la T) que se me olvidó cambiar la hora (aquí es una hora más) y claro, no llegué a tiempo ni de broma a la cita con mi Couchsurfer (CS, de ahora en adelante. N de la T). Una mujer muy... particular que, junto con su hijo de 9 años, me ha acogido en el sofá de su casa. Realmente muy cómodo.

A la espera de nuevas aventuras (yujuuuu!!) espero que un poco más curiosas, corto y cierro, que para ser la primera vez que hago y escribo un blog ya me estoy pasando en cuanto a letras.

Comienza algo más que un viaje

Ayer 31 de enero daba comienzo mi gran aventura: varios meses en diferentes lugares del mundo con un único objetivo: viajar. Pero no de cualquier manera. Se puede viajar de muchas formas, la mía es con una mochila a la espalda (que espero que reduzca su peso a medida que avanzan los días) y con los ojos muy abiertos para ver ciudades, monumentos, historia, vida y personas.

Porque he descubierto que VER a la gente -con la profundidad de que sea capaz en cada momento y con intención de entender- me ayuda a relativizar mi propia persona, a aceptar nuevas formas y estilos de vida, a hacerlos parte de mí misma e incluirlos en el gran abanico de opciones de vida que los años van haciendo que acumule, a echar una ojeada fuera de lo que me han enseñado y aprender por mí misma. En definitiva, a permitirme vivir más intensamente y a entender que uno crea en lo que se convierte.
Sin duda, creo que es un buen trato.


PS: quiero dejar claro que este no es un blog de viajes al uso. La idea es transmitiros mis experiencias, haceros reír as much as possible y que este viaje sea también un poquito vuestro.