jueves, 4 de marzo de 2010

Tel Aviv

En todo este tiempo en Israel he podido ver a amigos, reencontrarme con viajeros con los que he compartido algún tren, véase mi amigo Rudi con quien hice el trayecto de Grecia a Turquía, a quien además me encontré en las calles de Estambul y más tarde nos tomamos un estupendo capuccino con leche de soja en el jardín del café Sonia -por favor no os lo perdáis si venís-. Está en una de las callejuelas que parten de la calle King George. Todo el mundo lo conoce.


Rudi comiendo Shakshuka en Jaffa, Tel Aviv. Yo estaba con 'el. 

King George es la calle que más he transitado durante los últimos días. Y me encanta. Es muy céntrica, está llena de increíbles tiendas de ropa de segunda mano, de ella salen muchas callejuelas llenas de cafés con mucho encanto y acaba en el Carmel Market: mercado de comida, ropa y otros complementos varios.
Y no sólo adoro el mercado, la placita (plaza es mucho decir) de entrada es de lo más variopinta y particular.
En ella, cada día sobre las 3 de la tarde, se sienta en el suelo en posición flor de loto propia del yoga un tipo con pelo y barba largos y de color castaño claro, vestido con una túnica como de esparto un poco demodé, así como uno dos mil años más o menos. Pero bueno ya sabemos que todas las modas vuelven. El tipo, para que no le confundamos con un Gandhi barbudo(entre la posición, la túnica... ya sabéis nos podemos hacer un lío) nos anuncia en un letrero escrito en hebrero que es alguien importante para la humanidad, y para dar más pistas ha colocado unos cuantos panes (¿estará pensando en darnos una sorpresa y multiplicarlos hasta acabar con el hambre en el mundo?) sobre el letrero que descansa en el suelo.
Venga, estoy segura de que tenéis una especie de deja vu. Pues sí, ese mismo, el Mesías ni más ni menos. Pero el caso es que si el Mesías es este hombrecito no entiendo muy bien por qué copia el estilo del que se supone que ya vino hace unos cuantos años y nació en Belén y esas cosas que ya sabemos. No sé, vamos, si vas a ser el nuevo Mesías y quieres desbancar al anterior ¡un poquito de originalidad! ¿no? Y ya no sólo en la ropa y la barba. Es que si tiene pensado hacer algún milagro bien podría cambiar el tema panes y peces (que además el tío es un rata y pasa de los peces y se queda sólo con los panes) por algo un poco diferente. No sé, pero la gastronomía actual ofrece muchas posibilidades. O quizás si prefiere ser más práctico en vez de sushi y así lo modernizamos, unas vacas que dan más cosas para comer... no sé.
El caso es que “el Nuevo” (ya sabéis, lo de la mayúscula vamos a respetarlo no vaya a ser que al final sea cierto, y a este no le hemos calado todavía el tema de la mala leche, así que mejor nos comportamos un poco bien desde el principio) se sienta y espera, creo, a que le reconozcamos como el Mesías.
Paciencia tiene, eso seguro. Y valentía, pues bueno, depende del punto de vista desde el que se valore. Pero creo que para ser un señor tan importante necesitas algo más. Vamos a dejarlo a juicio popular.
Y lo mejor es que mientras espera su iluminación, diversas tipologías de ruido musical inundan el ambiente. Y es que en esta placita (pequeña pero intensa) tienen cabida todas aquellas personas con dudoso sentido del ritmo y de la música, pero capaces y deseosas de ponerse delante de un enfervorecido público y alcanzar así la fama. ¿Qué tipo de fama? No lo sé, la verdad. El caso que sea como sea, hablen de ti.


Pero la verdad es que si tuviera que describir Tel Aviv, aparte de los personajes descritos previamente propios de cualquier gran ciudad que se precie, la describiría como Fashionable. Sin duda alguna.
A tan sólo 5 minutos de tan interesante paisaje urbano te encuentras con una calle llena de tiendas de lo más “in”, con diseños para todos los gustos: zapatos con tacones imposibles o simplemente imposibles y vestidos con escotes interminables; o estilos más dandi o más setenta-poperos, o más cincuenta-ama-de-casa-dulce-y-predispuesta, o más... lo que quieras. En Tel Aviv están permitidos todos los estilos de fashionismo. Pero es todo l que está permitido si quieres pertenecer al grupo: ser fashion.
Así que ya sabéis, ¡a disfrazarse! Pero siempre con estilo y con fundamento. Para que si te preguntan ¿hoy de qué época te has vestido, a qué rollo perteneces? Puedas responder con una diatriba de argumentos enlazados con la pasarela Cibeles y las últimas tendencias que marcan la recuperación del Japón de los setenta como telón de fondo de la nueva colección de un tipo del que ni siquiera puedes aprenderte el nombre y menos aún pronunciarlo. Pero no pasa nada porque a quien tienes delate ni le suena de lejos, así que todo queda cubierto por la pátina fashion del nadie-entiende-nada-así-que-todo-está-bien. Eso sí, sonríe y si te sale con naturalidad gira la cabeza hacia un lado. Vas a ver qué bien quedas.

Aún así, he de decir que incluso en la fashionista Tel Aviv también te puedes convertir en pastelito de nata.
Es algo que, vayas donde vayas dentro de nuestro mundo capitalista, podrás lograr. Solo hay que saber dónde buscar...

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