El caso es que decidimos dormir en Aqaba.Un ciudad que podr'ia ser maravillosa de no ser por la gran cantidad de hoteles de gran altura que han construido.
Las montañas que la rodean y el mar que la baña (qué poético me ha quedado, oye)realmente son maravillosos pero lo que han hecho dentro es una desgracia. La desgracia del veraneante la podríamos llamar. Algo de lo que sabemos mucho en España, desafortunadamente. Creo que os hacéis una idea, ¿no?
No vimos demasiado de la ciudad ya que nos pasamos gran parte de la tarde buscando la calle donde estaba el hotel, de tal forma que en el camino nos paramos a ver el atardecer.
El caso es que la calle estaba cerca y era bastante importante, pero nadie la conocía. Todas las personas que nos encontramos -incluidos unos policías- fueron muy amables y colaboradores, lo malo es que por no ser descorteses en vez de decirte que no saben donde está la calle, se inventan la respuesta. Así que en este caso el comodín del público es poco certero. Vamos, que ni con el mapa delante.
Pero bueno. Finalmente llegamos a nuestro destino encantadas de llegar y ausentes de todo lo demás. Así que tras un rato nos fuimos a cenar algo, dar una vuelta y a las 22.30, como los Lunnys, estábamos en la cama durmiendo como benditas.
A la mañana siguiente, a las 8 am salía, de una estación de autobuses cercana, el autobús a Petra, así que allí nos plantamos con cinco minutillos pa' porsi. Pero aquí el tiempo tiene otro significado y es que yo, viniendo de Israel donde todo sale a su hora, no estaba acostumbrada.
Vamos que quien dice las 8 dice las 9, las 9.30, las 10... porque el caso es que el autobús llegaba a las 8 a la estación, pero no salía hasta que estuviese lleno.
Bueno, vale, de acuerdo.
Todas pensamos que siendo el destino Petra, llegarían hordas de turistas a completar los asientos. Pues no. Parece ser que los turistas prefieren los tours. Así que pasamos el tiempo entre café y café.
Cuando estábamos a punto del segundo café en menos de una hora y media, apareció en la estación un shuttle bus (los de los hoteles que te llevan y te traen gratis o ya incluido en el precio de la habitación) y juro que las tres nos abalanzamos -como buitres sobre carroña- sobre dos pobres mujeres alemanas, para explicarles que ese era el bus a Petra y bla, bla, bla. Nuestra persuasión las animó a quedarse y esperar, en vez de coger un taxi por el módico precio de 25 dinares (25 euros). “Dos menos para irnos” pensamos las tres, y sonreímos.
Mientras las pobres turistas aventureras se fueron a por un café, nosotras, que nos habíamos enterado que el precio era 1,5 en vez de 5 dinares como nos pedía el conductor, seguimos intentando ser lo más locales posible y pagar con respecto a tal condición.
Al final vendimos nuestros principios por el módico precio de 3 dinares (3 euros). Barato eh? Y logramos pagar 2 dinares cada una, siempre que fuéramos capaces de responder correctamente a la pregunta de: ¿cuánto cuesta el billete?
Así nos convertimos en parte de la mafia viajera montada entre los conductores y los callados pasajeros para aprovecharse del turista. Pero tal y como ya mos´ços Darwing, sólo sobreviven los más fuertes. Todo sea en favor de la evolución de la raza humana...
Y al final qué son 3 euros, ¿eh? ¡¡Un café y medio en Barcelona!! pero aquí el valor del dinero es otro.
Aquí van unas fotillos de Petra.
Si venís aquí, creo que es una buena idea quedaros a dormir en el Valentines Inn. Es para backpackers totalmente pero está bastante bien. Petra es bastante caro. Al final dormimos en una habitación para tres con baño por 8 dinares, tras regatearle un poco.
viernes, 19 de marzo de 2010
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